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viernes, 10 de julio de 2015

El Mundo: Ali Lmrabet: 'Me he convertido en un 'sin papeles' en mi propio país'


El 24 de junio caducaba su pasaporte. Ese día Ali Lmrabet plantó su tienda bajo los árboles frente a la sede de la ONU en Ginebra y se puso en huelga de hambre. El periodista, una de las voces más críticas contra el régimen de Mohamed VI, reclama así que Marruecos le devuelva su identidad. Y con ella su profesión: pasaporte y DNI son los 'salvoconductos' para volver a ejercer en su país, ahora que ha caducado la inhabilitación por 10 años que el Gobierno le impuso en 2005. No renovarlos, denuncia, es amordazarle. «Me he convertido en un paria, un sin papeles en mi propio país», advierte Lmrabet,condenado a prisión en 2003 por ultrajar al rey y exiliado en Europa hasta 2011.

¿Hasta dónde está llevando su huelga de hambre?
Desde hace 15 días sólo tomo agua con azúcar y un poco de té. Y de vez en cuando algo de bicarbonato y sal.
Usted dice que el Gobierno se niega a renovarle los documentos de identidad. ¿Por qué?
El pasado 11 de abril terminó mi condena a diez años de inhabilitación. Ese día hice una declaración durante un acto de homenaje en la que dije que iba a volver al periodismo y a reabrir las revistas satíricas que el Gobierno me cerró [Demain Magazine y Duman]. A partir de ahí todo han sido trabas. Ahora me niegan el certificado de residencia en mi ciudad, Tetuán.
¿Qué argumentos le han dado para denegarle ese papel?
Que no vivo en la dirección que figura. Pero tengo 21 pruebas que lo acreditan. De hecho me llegaron a dar el certificado en la comisaría de mi barrio, pero al día siguiente el comisario Mohammed Najid volvió a llamarme para que lo devolviera. Entonces fui con mi abogado y un perito judicial para que levantara acta de la devolución. El propio Najid me dijo que había recibido muchas presiones desde arriba para que me retirara el documento.
¿Por qué fue inhabilitado hace diez años?
En 2005 me condenaron por declarar en una entrevista al diario Al Mustaqil que los saharauis de Tinduf eran refugiados y no secuestrados por el Frente Polisario como sostiene Marruecos. Yo no me inventé esa calificación, procede la propia ONU. Son refugiados. Entonces el ministerio de Interior creó una asociación para que interpusiera una denuncia contra mí.
¿Qué asociación era?
Nunca supe el nombre, desapareció casualmente después de mi condena.
Volvió a su país en 2011 tras un exilio de siete años en Barcelona. ¿Cree la censura ha aumentado?
Por supuesto, ahora hay incluso más censura que antes en Marruecos. Mi caricaturista, Khalid Gueddar, acaba de ser condenado a tres meses de cárcel por una denuncia que se archivó en 2012 y ahora se ha reabierto porque él iba a ser mi sustituto al frente de mis revistas, en caso de que yo no pudiera volver a abrirlas. El régimen no acepta la opinión ajena y considera cualquier crítica una acción hostil.
¿Quién está detrás de la persecución que denuncia?
No puedo acusar al rey de estar directamente detrás de ella, pero lo cierto es que el ministerio del Interior y los servicios secretos funcionan con su conocimiento. El resultado es que fui el primer periodista de la historia de mi país inhabilitado diez años y ahora soy el primero indocumentado en mi propio país.
Mohamed VI lanzó una reforma constitucional en 2011 que apagó un amago de Primavera Árabe al estilo de otras que barrieron varios gobiernos en la región...
La nueva Constitución y las reformas de Mohamed VI no han cambiado nada. En el país existe la misma represión de la libertad de expresión y se sigue torturando, como ha probado un informe de Amnistía Internacional que documenta 173 casos de tortura en cárceles y comisarías.
Pero lo cierto es que las reformas atajaron las protestas...
La Primavera fracasó en Marruecos porque Francia la abortó. Ahora Marruecos intenta proyectar una imagen de cambio. Pero no es un Estado de derecho. Las libertades fundamentales no existen, salvo la libertad del régimen de hacer lo que le viene en gana. El país es una fachada muy limpia, pero al entrar en el interior el edificio sigue igual. El régimen ha sido hábil a la hora de integrar en la maquinaria a los islamistas del Partido Justicia y Desarrollo, que eran los últimos rebeldes. Pero el malestar social que empujó a la gente a movilizarse sigue ahí, y puede estallar.
La única de las Primaveras Árabes que trajo la democracia, Túnez, está contra las cuerdas por el terror islamista. ¿También corre el riesgo de fracasar este experimento?
Claro que no. Túnez ha protagonizado una auténtica revolución, que no puede normalizarse en un año. El Estado es débil ahora y los grupos salafistas minoritarios aprovechan esa debilidad. En otros casos como Libia, el resultado de la primavera hubiera sido muy distinto si a Gadafi lo hubiera derrocado el pueblo y no una coalición internacional.
¿Cree que podrá ejercer libremente el periodismo?
Yo hago periodismo independiente y apegado a los estándares internacionales, por tanto no tengo miedo. El problema es que el régimen quiere imponer un periodismo nacionalista marroquí.

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